Cuando esté terminado, el proyecto SKA será la mayor instalación científica del planeta, sumando cientos de miles de antenas que cubrirán vastas extensiones en desiertos de dos continentes, entre África y Australia, proporcionando una sensibilidad y resolución nunca vistas. Promete arrojar luz sobre algunos de los mayores misterios del universo, llegando a periodos todavía desconocidos de su historia, para convertirse en uno de los proyectos de astrofísica más notables de este siglo. Y España se juega en estas fechas su participación como miembro de pleno derecho.
Se trata de una apuesta científica descomunal, comparable con el LHC que ha cazado el bosón de Higgs, en la que de momento participan once países miembros (como China, Holanda, India y Reino Unido) y un centenar de organizaciones científicas de 20 países en total, entre los que sí está España, y que han estado participando desde 2012 en su diseño y en el desarrollo de los primeros pasos del proyecto. Pero ahora, cuando se acerca el momento de la construcción de las monumentales instalaciones del SKA, es cuando España debe tomar la decisión de entrar en el proyecto si quiere garantizarse un buen puesto en el reparto de contratos de desarrollo y de I+D+i y que los científicos españoles sean relevantes en la definicion de los proyectos clave.
El SKA va a suponer un salto gigantesco en el plano científico, ya que mirará hacia los primeros mil millones de años del universo con una resolución hasta 50 veces mayor a la del mítico Hubble. “Es un instrumento revolucionario, porque va a permitir estudiar con toda seguridad lo que se llama la época oscura, desde que se emite la radiación de fondo de microondas y se llega a los procesos que dieron lugar a la formación de las primeras estrellas”, asegura Jesús Martín-Pintado, investigador del Centro de Astrobiología. El proyecto, cuya primera fase científica estará en marcha en 2020, ayudará no sólo a conocer la evolución de las primeras estrellas y galaxias después del Big Bang, sino también a descifrar la energía oscura, a aprender más sobre la naturaleza de la gravedad e incluso —gracias a su sensibilidad— será capaz de detectar señales extraterrestres muy débiles a varios años luz y buscar moléculas complejas que ayuden a dar con el posible origen de la vida en otros planetas.
“Estamos en un momento crítico para la entrada en SKA. La comunidad científica, tecnológica y empresarial en España ha hecho todo lo que se podía hacer”, explica Lourdes Verdes-Montenegro, investigadora del Instituto Astrofísico de Andalucía (CSIC) y coordinadora de la participación española en el proyecto. Numerosos científicos e ingenieros españoles participan en diferentes grupos de trabajo de SKA desde hace varios años, y actualmente nueve centros de investigación españoles y 11 empresas están contribuyendo a los euros. La intención es que España se sume aportando unos 3 millones de euros anuales hasta 2023, de los que un tercio serían en metálico y el resto en especie, en forma de contratos de construcción o de desarrollo.
El interés científico del proyecto para la comunidad científica española ha quedado reflejado claramente en el Libro Blanco del proyecto, en el que han participado más de 130 científicos de las principales instituciones españolas. Ahora, la pelota está en el tejado del Ministerio de Economía, que debe decidir si invierte el dinero necesario para ser país miembro del SKA antes de 2017, cuando ya podría ser demasiado tarde para los grupos y empresas que han participado en el diseño. Desde la Secretaría de Estado de Investigación se asegura que se está estudiando la entrada en SKA y se recuerda que España está a punto de asumir otras importantes responsabilidades en el campo de la astrofísica, como la futura Red de Telescopios Cherenkov (CTA).
“Estamos en la cuenta atrás”, advierte Verdes-Montenegro, “ya hay países negociando su nicho, se está empezando a pelear por realizar contribuciones en áreas tecnológicas punteras, y si no se da el paso, perderemos la oportunidad de que nuestra industria esté en la primera línea de un proyecto de megaciencia”. Martín-Pintado coincide en que estamos en un momento decisivo: “España tiene una larga tradición de radioastronomía y esperamos que no pierda el carro del SKA. Es importante que esté en la primera fase, en la que se comienzan a hacer los desarrollos tecnológicos, para estar en una posición privilegiada que nos permitan optar a construir sus partes relevantes”. “Científicos y empresas españolas han logrado dejar muy bien situada a España con mucho esfuerzo y sería un error que nos quedáramos en la puerta después de tanto trabajo”, resume este astrofísico, presidente del grupo de Infraestructuras en Radioastronomía de la RIA.
La importancia de SKA en el plano tecnológico es casi más impresionante que desde el punto de vista científico, y los desarrollos que se logren pueden marcar un punto de inflexión en ámbitos como los de la supercomputación y de las telecomunicaciones. Se van a levantar miles telescopios de plato, con 15 metros de diámetro, y hasta un millón de antenas en sendos desiertos, en Sudáfrica (y otros siete países africanos) y Australia. Ese vastísimo terreno cubierto por el instrumental científico, que podría llegar al millón de metros cuadrados, se convierte en un gigantesco radiotelescopio que suma el área de recepción de todas sus antenas. La cantidad descomunal de terabytes de información que van a recoger y generar las antenas equivale a 100 veces el tráfico mundial de internet, lo que implica la necesidad de grandes avances en los campos relacionados con la transmisión y el procesamiento de toda esa cantidad de información.
Todos estos retos tecnológicos —junto a otros como los sistemas de control, el suministro de energía, manejo eficiente de los datos, construcción de las antenas— supondrán un impacto notable para la industria relacionada y estos contratos de suministros serán proporcionados, principalmente, por los países miembros. Por ejemplo, uno de los ejes esenciales del proyecto es el abastecimiento mediante energías renovables, un campo en el que España podría aportar su importante experiencia. La primera fase de SKA, que tiene un presupuesto global de 650 millones de euros, se empezará a construir en 2018. La segunda fase del proyecto, cuando muestre realmente sus extraordinarias capacidades, estará en marcha hacia 2030.
Fuente: Materia